lunes, febrero 20, 2017

El dolor en tu sexualidad como mujer | El Silencio te Habla

El dolor en tu sexualidad como mujer | El Silencio te Habla

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A veces el dolor nos abruma, nos llena de impotencia, nos hace llegar a una desesperación que nos empuja más allá del ruido corporal hacia la pura conciencia. Es entonces que nos preguntamos: ¿Qué me ha traído hasta aquí?, ¿cómo he llegado a este estado?, ¿sirve para algo sufrir tanto?

O simplemente, el dolor es un enemigo que hay que acallar con sedantes porque eso calma también su causa, es decir, la falta de armonía interna, el desequilibrio de tu vida sexual, los traumas y conflictos de tu sexo, los pactos y juramentos de negación para “no repetir lo mismo” y evitar ser lastimada, el miedo a la soledad y al vacío del que tanto huimos.

Desde niños, todos los hijos del miedo aparecen: la falta de autoestima, el autoritarismo, el rencor acumulado, la culpabilidad, la confusión, la vergüenza, la ausencia de amor, el control educativo del dolor, la aceptación de la norma del borreguismo.

Imagina lo que estos hijos del miedo producen en la vida sexual, más adelante,  cuando se trata de los niños y las niñas que son tercos u obstinados y que se niegan a expresar sus emociones y a llorar y que saben apretar los dientes. Que no se atreven a enfrentar a las figuras autoritarias, pero que, sin embargo, acumulan una gran carga de rechazo contra ellas y que a lo largo de sus años de madurez las va carcomiendo por dentro creando las bases del infarto, la osteoporosis y el cáncer.

Todo esto se va condensando en las partes más vulnerables de nuestro cuerpo. Y a esto se añaden las decisiones rebeldes de nuestra edad adulta en lucha en contra de lo establecido, en contra de la familia y en contra del entorno o, simplemente por defender nuestra libertad y nuestra sexualidad. O peor aún, cuando tratamos de acallar nuestra culpa, cumpliendo obedientemente y durante largos años con lo que nuestros padres nos piden y con los modelos permitidos y correctos del comportamiento sexual, hasta que todo estalla en mil pedazos y hemos de reconocer nuestro fracaso, que les hemos fallado.

Así, poco a poco, el dolor se revela y la enfermedad crónica hace su aparición. Se llame fibromialgia, arterosclerosis, artritis reumatoide o cualquier otra enfermedad degenerativa de los músculos, huesos o hasta del cerebro. De lo que se trata, en realidad, es de una alarma constante que nos dice que es importante limpiar y recapitular las emociones acumuladas desde nuestro pasado infantil.

Un buen día la tensión acumulada se desborda y se nos va de las manos. Sin saber por qué, un día nos encontramos con que tenemos una enfermedad que la medicina dice que no puede curar, porque no puede ser resuelta. Así, recuperamos la memoria, comprendemos de dónde viene todo y comenzamos a asumir nuestra responsabilidad sobre los hechos.

Poco a poco, entendemos la relación que tienen nuestras emociones con la enfermedad y vamos disfrutando del placer y la maravilla de hallar soluciones para nuestra vida y para nuestra sexualidad y vamos retomando el poder de lo femenino al integrar nuestra verdadera naturaleza sexual, mientras salimos de nuestros viejos hábitos y desaparecen los antiguos síntomas crónicos.

Para lograrlo, debemos atravesar conscientemente los pozos oscuros donde está atrapada nuestra energía sexual y aprender las leyes del perdón, especialmente de aprender a perdonarnos a nosotras mismas. Luego, el asunto de la muerte de nuestra sexualidad desequilibrada, se transforma en un acto sagrado que siempre podemos trascender.

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